El dilema del básquet

Los medios están confundidos con la selección de básquet que juega el Mundial de Japón 2006.
Es un equipo que sale de lo común en el deporte argentino y no hace más que desorientar: se saben buenos y lo dicen; no le temen a su condición de favoritos eternos; no tienen problema en hablar con la prensa a diario y hasta permiten el acceso a sus habitaciones de hotel para que los entrevisten; saben que pueden llegar a perder y eso no los atemoriza.
A los medios acostumbrados (tal como estamos y somos) a ponerse los anteojos del fútbol para analizar cada pelota que ruede, estos comportamientos son dificiles de catalogar. A diario escuchamos dudas sobre hipotéticas congregaciones al Obelisco en caso de ganar el Mundial y una falsa sensación acerca de que los medios no le dan trascendencia al básquet.
Ni lo uno ni lo otro.
¿Por qué la alegría del éxito debería situarse geograficamente en el Obelisco?
¿No vemos mucho espacio en los diarios, con suplementos especiales, tapas y minutos de aire en radio y TV con generosa cobertura de los triunfos del equipo argentino?
¿Acaso no es Manu Ginóbili el personaje que más productos promociona en comerciales de TV en estos tiempos, aún fuera de la época del Mundial, por encima de futbolistas, modelos, músicos y actores?
Una generación fuerte y heroica en términos deportivos es la que gobierna el básquet argentino y europeo en la actualidad, también con su marca en la NBA
Ginóbili y compañía no son productos sustitutos. El básquet no es un placebo del fútbol.
El fútbol nos enferma. La selección de básquet cura en salud.