Llamada desde la costa (III)
Pocas cosas sustanciales han cambiado en los balnearios. La playa argentina con sus carpas (la sombra por demanda...), la rutina familiar y los comportamientos durante el día siguen siendo la marca registrada del verano nacional. Los balnearios, llamados también paradores solamente para hacerlos rubios y de ojos celestes, quizás cuenten con más estructura de servicios, pero no terminan de digitar lo que pasa escaleras abajo, donde la familia constituída, la tribu garronera de sombra que crece con el correr de las vacaciones, sigue mandando.
La familia como la célula de la sociedad vive en la playa.
Será por eso que las personas se dan unas con otras sobre la arena como ya no sucede en el barrio del que son, con los que están un par de casas para cada lado.
Vernos todos a medio vestir, con los pelos parados por el viento, sin más que lo que tenemos encima , a lo sumo con heladeritas cargadas de sandwiches y frutas, nos pone en un estado general de confianza que ya no se encuentra ni siquiera escaleras arriba, en el depto de mierda que alquilamos y ni que hablar si la vida vacacional se da en una casa.
En la playa somos corteses, amigos de los amigos de nuestros hijos y bonachones frente a sus padres o abuelos. En las casas estamos en fortalezas de madera comida por el frío y el mar.
Con marcas patrocinantes, con precios de carpas por las nubes, con promos inservibles, la playa aún es el modo argentino de veranear.
Una manera justicialista de meterse al mar, pero sin sentido político. Creo que se entiende.
La familia como la célula de la sociedad vive en la playa.
Será por eso que las personas se dan unas con otras sobre la arena como ya no sucede en el barrio del que son, con los que están un par de casas para cada lado.
Vernos todos a medio vestir, con los pelos parados por el viento, sin más que lo que tenemos encima , a lo sumo con heladeritas cargadas de sandwiches y frutas, nos pone en un estado general de confianza que ya no se encuentra ni siquiera escaleras arriba, en el depto de mierda que alquilamos y ni que hablar si la vida vacacional se da en una casa.
En la playa somos corteses, amigos de los amigos de nuestros hijos y bonachones frente a sus padres o abuelos. En las casas estamos en fortalezas de madera comida por el frío y el mar.
Con marcas patrocinantes, con precios de carpas por las nubes, con promos inservibles, la playa aún es el modo argentino de veranear.
Una manera justicialista de meterse al mar, pero sin sentido político. Creo que se entiende.
Labels: costumbres, verano, viajes
4 Comments:
Lo mas increíble es que si vas a italia, todos veranean como nosotros! 100% herencia de los tanos...
Hace un tiempo yo era estudiante de periodismo y tuve ocasión de charlar con Luis Zamora -ese político por momentos apreciable y por momentos absolutamente lo contrario, quizás igual que todos- en pleno auge piqueteril, el nacimiento de los cortes de ruta o al menos de nuestra conciencia de que existían. Él remarcaba la increíble solidaridad de los que no tienen nada. Ahí, en la ruta, son todos iguales, equilibrio generado por las mismas carencias, decía. Y a mi me surgió compararlo con la autopista del sur de Cortázar. Detenidos en un espacio por las mismas necesidades, similares deseos o una fatal decisión en materia de tránsito veraneantes, piqueteros o automovilistas que quieren volver a París una tarde de domingo se hayan desprovistos de aquello que a diario los obliga a avanzar sin mirar al costado con la voracidad de pretender llegar antes que otros vaya uno a saber donde. Aparentemente eso los hace mejores, aunque más no sea por un rato.
El mejor Gantman aparece en verano.
balneario es el clasico el de la familia donde el abuelo dice HASTA QUE LLEGABA LA CIUDAD este era ultimo...
el parador (no tiene sombrilla ni carpas pero si muchas banderas)
el rubio de ojos celeste es el club de playa (como el balneario pero con mejores reposeras)
no se si estaran de acuerdo
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