Monday, April 21, 2008

Taller de Comunicación para saber qué es hacer prensa

¿Tenés una banda de rock y querés armar una estrategia de comunicación?
¿Tu viejo tiene un negocio qué va medio para atrás y querés que el periódico barrial lo entreviste?
¿Le bancaste a tu mujer un programa de cable y no la ve nadie?
¿Sacaste una línea de ropa de diseño y buscás como promocionarla?
¿Tenés una idea buenísima y nunca la das a conocer por qué crees que te la van a robar?

Valeria Gantman lanza un nuevo Taller de Comunicación para que en 8 clases ya manejes una noción avanzada de lo que significa hacer prensa. Metele que las vacantes son limitadas.

Informes: tallerdeprensa@fibertel.com.ar y web Valeria Gantman

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Thursday, April 17, 2008

"Es la....., estúpido"

"Es la economía, estúpido..." fue una frase de un asesor de campaña de Bill Clinton en 1992 cuando enfrentaban a Bush padre. Fue fuerte y dicen que definitiva para torcer a favor de Clinton al electorado, apuntando a que eso era lo que los movilizaba a la hora de votar: la marcha de la economía.
Pues bien: ¿pueden ya dejar de usar esas frases y otras basadas en ella para titular las notas en los diarios?
"Es la,,,tatata, tatata, estúpido..." es un enorme lugar común usado por los medios, no importa que tema se toque.
Un día me ocuparé del periodismo deportivo. Lo merecemos

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Humo sobre el agua

Ideas propias y afanadas, descabelladas y verosímiles, sobre el humo que llegó a Buenos Aires:

.Incendios intencionales para distraer a la opinión pública
.Mala prensa para el campo mientras se discuten temas sustanciales con el gobierno
.Excusa para que los gobiernos provinciales y el nacional retomen el control de las rutas en mano de los ruralistas.
.Una cortina de humo

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Thursday, April 10, 2008

Cosas difíciles de hacer frente a desconocidos


Hace unos días atravesé por una situación casi inédita y que me dió para pensar: comí fideos frente a un desconocido. De hecho no fue la primera vez que lo hice: en restaurantes he comido ante gente que no conozco, sólo que no compartí ni la mesa ni el momento con ellos. De chico también lo hice en comedores escolares o colonia de vacaciones, pero de chico hay determinadas normas que no importan.

Me encontré, de pronto, con un desconocido, en un ámbito laboral en el que me invitaron a almorzar. Había fideos con salsa de tomate. Me senté a la mesa y compartí el almuerzo. Por suerte no tenía ninguna ropa clara que cuidar y aún así, una diminuta semilla de tomate se clavó en mi remera negra como un misil. La subida de los fideos y cuando guillotinarlos con los dientes sin parecer grosero (todos lo somos cuando comemos fideo) me demandó un esfuerzo extra.

No mancharme, no tragar bocados grandes, no andar cortando los tallarines en el aire y otras tareas más IVA, me hicieron recordar lo bueno que es hacer algunas cosas entre amigos

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Monday, April 07, 2008

Brilla tú, Stone loco

Sentarse a mirar una película sobre un concierto de los Rolling Stones dirigida por Martin Scorsese y en Nueva York, no deja espacio como para no ceder a la fascinación. Shine a Light es el registro de casi dos horas de show de la banda, en 2006, en el Beacon Theatre. Scorsese, obsesionado por el paso del tiempo (Scorsese siempre está obsesionado por algo) quiere plantear y lo subraya a cada rato, como es que los Stones siguen girando y tocando a la edad en la que Paul McCartney se veía en Sargent Pepper como un abuelito en la mecedora y con la mantita.
Hasta ahí la información que manejan hasta las gacetillas de prensa. Martin Scorsese jamás ha hecho películas de superficie. Buscador de infiernos particulares que envuelven a sus criaturas y se llevan puesto a su mundo, Scorsese baja con una aparente inocencia al inframundo stoniano: Jagger, Richards, Wood y Watts parecen condenados al show eterno, a la gira sin fin, a no morir artísticamente y eso tiene un precio.
-“Si dejamos a Mick 18 segundos bajo esas luces, lo quemamos… Y no podemos hacer eso
-“¿Qué no podemos hacer?
-Incendiar a Mick Jagger…
Martin Scorsese no termina de entender porque Mick Jagger no puede ser incendiado cuando dialoga con el jefe técnico encargado de instrumentar la filmación con 16 cámaras del concierto. Todos los personajes de la filmografía de Scorsese han ardido por sus pecados, las cruces que cargan por propias y también por ajenas. De Niro en Toro Salvaje, Taxi Driver y Cabo de Miedo, por citar las emblemáticas, fue simpático con el demonio y en ocasiones hasta llegó a ser redimido. Scorsese se da gustos en vida con este film. Hasta imagina como hubiera sido la salida del ring de Jake La Motta (Toro Salvaje) si su vida lo hubiera encontrado vencedor y feliz.
Shine a Light no es una película sobre los Stones, sino sobre Scorsese. El director oficia de anfitrión de la banda en Nueva York y se encarga de demostrar porque esa música que lo motorizo para insiprirarse y crear, sigue en manos de señores mayores con piel de papiro, mandíbulas que esconden dentaduras postizas ausencia de dientes, escupidas cansadas y brazos torneados pero de viejos.
Scorsese también da una clase magistral de cómo debe ser transmitido y filmado un concierto de rock, con sus misterios revelados, las púas acomodadas en el pie de los micrófonos, lista de temas y machetes esparcidos por donde Jagger pisa y un ejército de asistentes que se ven en backstage, como para dejar en claro que el mundo real, la vida verdadera, transcurre en otro lado. Mientras los Stones fascinan en un teatro coqueto y bien ambientado, atrás hay gente que trabaja.
Scorsese va a machacar una y otra vez con imágenes de archivo sobre la edad de los músicos. Sobre las preguntas trilladas que cruzan todos las eras de un periodismo que siempre parece bobo. Los Stones hoy tienen la edad que tenían los periodistas que los entrevistaban para televisión cuando comenzaron en los 60.
Esta película me reconcilia con los Stones, a quienes veía repetitivos y previsibles. Keith Richards ya es una mueca de Jack Sparrow y no al revés. No me importa. Tengo a los Stones de vuelta.
A Martin Scorsese jamás lo había perdido.

Video del funeral de Brian Jones

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Saturday, April 05, 2008

La tregua de los sábados


Somos los mismos y hasta en los mismos lugares, pero los sábados a la mañana somos distinentos. Aflojamos. El aire no está tan inflamado y la descompresión se nota. Los saludos son amables, los ruidos menos y el apuro es distinto. Y ahí está la gracia: todos tienen muchas cosas que hacer.

Los sábados a la mañana se compran zapatos y se va al supermercado. Los sábados a la mañana se compra ropa y a la tarde se va a la peluquería. El sábado a la mañana se encargan 100 sandwiches de miga y a la tarde se los va a buscar. Las mujeres cruzan enteramente el sábado para instalarse en la peluquería. El sábado les encanta estar en la peluquería mucho más que la fiesta que tendrán a la noche. El sábado a la mañana se hacen mudanzas y se lleva la ropa al lavadero. El sábado a la mañana se hace la limpieza a fondo de la casa con la música a todo lo que da. El sábado a la mañana los periodistas de política hacen programas de radio porque los anunciantes son propios. La soledad de los sábados a la mañana es llevadera y optimista. Los sábados a la mañana se estudia cerámica, flauta dulce y se reparten volantes de partidos de izquierda.

Las parejas aburridas dividen el sábado en tres: a la mañana compran las delicatessen, a la tarde van al videoclub para llevarse primero 2 estrenos y una de relleno. De regreso a casa, compran chocolates para cuando ven las películas en la cama. Y cogen con ropa. Las parejas aburridas, por definición, son gordas. Y el sábado es cuando se lo demuestran.

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