Primera víctima comprobable de los teléfonos celulares: el portero eléctrico
Desde que la inseguridad gobierna cada acción individual y colectiva, el portero eléctrico ha perdido su función original: apretar un botón y que la persona que llamó pueda subir sin que tengamos que ir en su búsqueda.
Con el riesgo de que cualquiera puede presionar y entrar, hoy el portero eléctrico ya no abre ninguna puerta, sino que es un simple llamador. Las entradas de los edificios suponen ser fortalezas inexpugnables con el portero eléctrico desactivado, pero a diario leemos como desvalijaron a un arquitecto o le robaro la jubilación a la viejita.
Por lo tanto, detenerse para utilizarlo es innecesario. Será por eso que todos cuando vamos a buscar a alguien, en auto, taxi y aún caminando preferimos llamar por celular y decir mentiras tales como:
-En 5 estoy
-Bajá que estoy abajo
-Anda bajando que ya llego
Quien llega y quien baja ingresa en una fase inasible del tiempo en la que cualquier valor numérico o espacio es relativo.
En París casi no hay porteros eléctricos. Los edificios tienen una botonera que funciona como el teclado de un cajero automático: se introduce el pin correcto y adentro.
Gloria al pin, adiós al portero eléctrico.
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