La madre de todas las excusas

Estaba haciendo un trabajo con un editor de sonido y de pronto le sonó el celular. Es soltero y sin hijos. Alguien le ofreció un producto o un servicio para contratar por teléfono y enseguida espetó:

-"Mirá, llamame en otro momento. Estoy mirando a mi hijo que está en el pelotero".


Y cortó. De pronto me dí cuenta de que esa era la madre de todas las excusas. Trasladarle a otra persona el riesgo que implica perder de vista a un nene que está en el pelotero, es una presión que no cualquier telemarketer está capacitado para soportar. Sencillamente brillante.
Una salida ocasional muy superior a la de inventar una discusión en el auto cuando se acerca un limpia vidrios.

Toso porque soy bueno

Días pasados fuí a hacer un trámite en el que resulta fundamental dejar en claro que uno es confiable, solvente y bueno. Existen acciones en la vida pública en la que ocasionalmente debemos demostrar ,en un par de minutos y frente a un desconocido, que uno es alguien de bien. Es como un exámen en el que no queda en claro que hay que estudiar, ni tampoco que nos van a tomar. Una cita a ciegas tras la cual cada uno se irá por donde vino.
La sala está llena y la gente espera. Espera y tose. Ahora que lo pienso debo haber tosido en algún momento de mi espera. En ese momento se me ocurrió pensar que no era posible que justo ese día se presentara toda la gente que tose en la ciudad para hacer la misma diligencia.
Pero evalué que la tos no es inocente. La tos, como tic, denota estados de ánimo. Está la tos nerviosa del oscurecimiento de la sala en el cine y especialmente en el teatro. Particularmente me interesa esta tos: la de la bondad. Es una tos cortita, repetida y que contagia. Uno tose un poquito y enseguida se genera una frecuencia de tos como si fuera la ola en un Mundial. Una tos chiquita es superada por otra tos más potente que busca imponerse.
Todas las toses todas ,procuran una misma cosa: demostrar que ese que espera, es bueno.
Ustedes no saben bien quien soy, como soy, pero mi tos es un anticipo para que vayan sabiendo que soy una persona correcta.
Debo haber tosido bastante y bien, porque la visa me la dieron.

Los mejores amigos del hombre

Viernes: Los Pumas-Francia. Viernes a domingo: Nalbandian contra Nadal, Djokovic y Federer. Domingo: definición de la Fórmula 1. Viernes a domingo: partidos del fútbol doméstico.

La libertad en la tristeza

Está disponible en los DVD clubes (el video murió...) una película con Adam Sandler llamada Reign Over Me. Pero antes de hablar de Adam Sandler tengo que hablar de Mike Binder, un típico actor norteamericano que todos conocen de vista y pocos de nombre, que además es director. HBO dio hace tres años una serie muy buena hecha por él llamada La Mente de un Hombre Casado que planteaba dilemas de los cuarentones (casados) que aún en matrimonios que funcionan bien, precisaban apretar la tecla REFRESH, para que las cosas funcionen mejor y actualizadas.

Binder cuenta la historia de un odontólogo que perdió a su familia y hasta su perro en uno de los aviones que dio contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. De movida es un planteo interesante sobre un hecho globalmente conocido que generalmente tiene una lectura política y no humana. A "nivel país" y no "a nivel personal". Adam Sandler es el afectado. Una persona a la cual el dolor la ha traspasado y triturado y que ya no tiene registro sensorial del mundo cotidiano. Lo inquietante del film es que ese dolor, esa nada emocional que es su vida, le otorga una libertad de pensamiento, acción y palabra que alguien supuestamente "feliz" no se permitiría. Una gran película, triste, pero sin golpes bajos. La música actúa como un refugio indispensable para protagonistas y espectadores. Hay una versión de Reign Over Me hecha por Perl Jam que es desgarradora.

Ocupémonos de Adam Sandler ahora: típico comediante del Saturday Night Live, procaz, genital y que hace de la tirada de pedos un argumento. Con un costado doloroso y oscuro en cada una de sus películas.

A mi los pedos me hacen reír. No me dan carcajadas, pero me divierten.

#Trailers y entrevistas sobre la película

#Canciones de la película

Una visita a la gomería

Cada tanto nos toca ir a una gomería. Es uno de esos lugares que no cambian demasiado. Puede ser que haya surgido algún nuevo equipamiento, más computarizado, pero el paisaje no se alteró bruscamente.

El gomero es alguien que aprendió a vivir con la mugre propia y ajena. Los talleres mecánicos lucen ahora un pulcritud de sala de cirugía, pero las gomerías aunque se han civilizado (hay menos posters de mujeres en tetas, porque más mujeres manejan y precisan ir a la gomería) conservan todavía aspectos más salvajes del cuidado de auto.

El estanque con agua todavía es el ámbito insustituible para comprobar cuantas pinchaduras tiene la goma. Y lo que no deja de llamarme la atención es la velocidad con la que el gomero repite los mismos pasos de cambio de neumático que hicimos en la calle, nerviosos y con una inversión de tiempo muy superior.

Hay algo en esa habilidad que tiene magnetismo porque el gomero hace lo que le resulta rutinario siempre con dos o tres espectadores, a veces sus mismos compañeros, que miran la acción con el asombro de quien acaba de concretar un alunizaje.

¿Alguna duda?

Estamos en camino hacia las elecciones más amargas y anodinas de la historia argentina.

Yes y el rock como marketing de uno mismo

Me regalaron una edición japonesa de Close to the Edge, uno de los discos más "cabezones" de Yes y el que sin ninguna duda reunió a la mejor formación de su historia: Jon Anderson en voz, Chris Squire en bajo, Steve Howe en guitarra, Bill Bruford en batería y Rick Wakeman en teclados. A mi me encantaba Yes y Close... fue para mi su álbum más increíble. Incapaz siempre de tocar un instrumento, tenía la habilidad de reproducir con mi boca toda la cara "A" del disco. Hasta decir Close to the Edge me acercaba a una pronunciación del inglés, idioma que a mis 14 años, subestimaba. Me gustaba más llamar al disco por su nombre original que por la inexpresiva traducción: Al borde del abismo.
Escuchar a Yes daba prestigio ahí donde el prestigio era necesario. En la adolescencia te ubicaba claramente en un bando. Ir por la calle con el disco verde bajo el brazo generaba misterio en quien no sabía nada del grupo y complicidad entre quienes sabían que el rock sinfónico daba aires de cultura con muy poco. Ahora descubro que era una versión del marketing adolescente que yo desconocía. Y en la batalla de gustos musicales, que ahora encuentro mucho más productiva que hablar de política, el asunto se dirimía a fin de año con la encuesta de Pelo para ver quien era elegido el mejor músico del año en cada rubro.
Yes, Zeppelin, Purple, Floyd, ELP, Focus, por ahí iban mis gustos.
No añoro la época, pero la respeto. (Gracias Quique...)

Yes en vivo haciendo la primera parte de Close to the Edge (todo en Yes era asombrosamente largo)

¿Turistas sin espejos?

El domingo a la mañana anduve por Puerto Madero, en la banda horaria que va de las 10.30 a 12, aproximadamente. Sé que para entonces al día le queda bastante y que las decenas de miles de personas que pasan por ahí, para entonces, no ha llegado al 10 por ciento del tráfico acostumbrado. Pero tengo que decirlo: la verdad que los turistas que vienen a Buenos Aires son re feos.

No me corran. Sé que puede haber entre ellos gente brillante, gente mejor que yo, gente noble y gente que podría hacer por la humanidad en un día mucho más que lo que podría hacer yo en toda una vida. Pero no hablo de eso, sino de belleza. Ni siquiera yo me considero lindo y sincertamente ya estoy cansado de andar pidiendo permiso en mi blog para decir lo que pienso...

Mi pasaporte no tiene sellos de todos los colores en todas sus páginas, pero viajé bastante. Y puedo decir que he visto turistas (mujeres y hombres) mucho más apuestos que los que me suelo cruzar por la ciudad.

Estoy hablando del turista de la mañana, el que se preparó para la travesía de todo el día. El que en su indumentaria hizo valer más la practicidad que la combinación de telas, estilos y colores.

El de la campera de gimnasia, la camisa abrochada hasta el último botón y las zapatillas de tenis blancas.

Eso sí, el día estaba hermoso.

Prohibido pisar las plazas de (todavía) Telerman

El sábado a la mañana un tipito vestido con una campera de Espacios Públicos de la ciudad de Buenos Aires, en la Plaza Almagro, de modo amable pero insistente me pidió que no pisara el césped. Lo escribo de nuevo por si no se entendió: un señor me pidió que no pise el césped. ¡¡¡EN UNA PLAZA!!!

Antes que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires empiece con su campaña de prevención para evitar la picaduras de mosquitos, si es que algo de dinero le ha quedado para eso, sugiero que comiencen a desagotar esa fuente infecciosa que son los inexplicables espejos de agua que han emplazado como si fueran fuentes (son cualquier cosa, menos eso) y que además de ser un peligro para los niños que van a las plazas, son un juntadero de mugre espantoso.

Los cameos de Hitchcock

Buscando info para una nota que tenía que escribir, me encontré con el listado completo de todos los cameos que hizo Alfred Hitchcock en sus películas. Están detallados hasta con su duración en pantalla.

Jean Tonic

Tengo jeans nuevos. Comprarse jeans implica entablar una relación que es difícil al principio, pero una de las más duraderas que conocemos. El jean nos acompaña un buen tiempo desde que lo compramos hasta que termina siendo una prenda totalmente diferente al día que la conocimos. Por eso comprarse un jean demanda mucho esfuerzo. Pero acá andamos, nos estamos conociendo. De movida noto que los bolsillos delanteros, los que descubrió James Dean, son poco profundos. El pantalón oscila en un degradee que va del negro al gris según la zona de la tela.

En el negocio me dijeron que la dureza de la tela depende de la cantidad de lavados que tenga y que de eso también depende el color: cuánto más duro es el pantalón, más oscuro es .

Siendo las tiendas de jeans uno de los pocos lugares de compra mixtos existen determinados patrones de prueba-compra que se repiten. Las mujeres encontraron en el jean un milagro: lo que está firme es realzado y lo que flanea es acomodado en una misma zona. Es por eso que las mujeres que se prueban un jean tienen un culo con hambre de espejo inmediato. Todas giran por encima de su espalda, miden la caída del jean, flexionan un brazo y ponen la mano en la boca en forma de puño para analizar el calce. Sin mano en la boca no hay análisis de culo propio.

Los hombres somos más directos: que no apriete mucho en las bolas y listo.

Mi jean y yo no estamos conociendo. La relación arrancó dura, pero después seguramente va a ceder.