Sunday, April 30, 2006

Piojos en off


Fuí a ver uno de los tres shows que Los Piojos dieron en el Luna Park sin apelar al circuito habitual para promocionar sus conciertos. El dato no es menor porque desde que anunciaron en su sitio en Internet ("la página", como remarcó desde el escenario el líder del grupo, Andrés Ciro Martínez) la idea fue apostar directamente al boca a boca para realizar la convocatoria.
El punto merece algunos comentarios.
-Es una muestra de fortaleza no recurrir a avisos radiales, medios gráficos ni via pública y llenar tres Luna Park. Al tiempo no sorprende: para un grupo como Los Piojos, el arranque desde un sitio propio alcanza y sobra para semejante presencia de público. La banda posee su propio medio y el resto lo hacen los fans: mensajes de texto, llamados telefónicos y otras formas de comunicación humana. Por lo general, los fans saben más que los medios y van antes que ellos.
-Tres Luna Park llenos significan cerca de 30 mil personas. Y encima sin promoción alguna. La ciudad tuvo un hecho masivo que recorrió internamente su cuerpo, sin marcas previas en su piel. El show,de hecho, comenzó con una música tribal sobre la que en dos pantallas se mostraban tatuajes de los fansa con el símbolo de la banda.
-Los Piojos ofrecen rituales. Así se llaman sus shows. Y la gente va a eso. Durante dos horas y monedas el público festeja y se autocelebra. Van a escuchar música, a saltar, a divertirse, a transpirar, a quitarse y ponerse remeras. Parece el baile de Matrix Revolutions cuando los habitantes de Zion quieren hacerle sentir el calor humano a las máquinas que se preparan para atacarlos.
Los chicos van a pasarla bien con Los Piojos, no van a voltear a ningún gobierno. Hacen falta esas cosas.

Thursday, April 27, 2006

Momentos y lugares en los que nunca estuve


Hace unos días me encontré circunstancialmente con un compañero de la escuela primaria. No fue por tener algún tipo de afinidad mantenida durante, al menos, 30 años sino por cuestiones profesionales que nos hizo coincidir en tiempo y espacio. Admito que el encuentro existió, pero lo que definitivamente no pasó nunca fue que yo me haya tirado andando en bicicleta por bajadas en la Av. Gral Paz, por la Av. América, tal como mi ex compañero de colegio me describió. Son sitios que conozco a la perfección, pero que no frecuentaba en bici en esos tiempos.
Años atrás me pasó algo similar con un amigo de la infancia transformado en conocido en edad adulta. Me habló de mi fanatismo por la Fórmula Uno cuando yo era pequeño y si bien puedo confesar que me gustaba la especialidad, yo no era la persona que el recordaba porque la descripción no coincidía con mis gustos de entonces.
Es raro cuando uno forma parte de recuerdos de otros en lugares en los que nunca estuvo o con hábitos que nunca cultivó.
Recuerdo cuando era chico que había otro chico al que no le gustaban las papas fritas. No consigo precisar su cara y su nombre, pero aún en ese momento me parecía extraño. Niñez y papas fritas van juntas, como un sindicalista y su campera de cuero.

Zanoni+10


Leandro Zanoni, periodista y creador de Eblog, acaba de publicar su libro Vivir en los Medios, una especie de biografía mediática sobre Diego Maradona. Me consta que hace mucho venía trabajando sobre el tema y el libro finalmente salió a la luz. Es una vuelta interesante sobre Maradona: un detalle de su constante exposición en los medios en base a entrevistas con periodistas que lo han entrevistado.
El primer capítulo está disponible gratis on line y lo encuentran en el sitio.

Definiciones


No deja de llamarme la atención la tendencia que tenemos de utilizar objetos o personas ya conocidas para definir a otros aún sin definir. Cuando hablamos (o escribimos) y queremos contar cómo es una canción, un grupo de rock, una película o un libro, no podemos dejar de pasar por estaciones ya conocidas para describir a la nueva que hemos arribado. Así, una banda puede ser como "Los Beatles sin Lennon", un escritor puede llegar a ser un "García Márquez sin realismo mágico" y hasta un goleador puede ser un "Batistuta pesificado".
Se me ocurren dos explicaciones, ninguna excluyente ni mejor que la otra. La crítica, la tradicionalmente nuestra, apuntaría a hablar de cierta pobreza en el lenguaje y en las metáforas como un tiro corto para entender una descripción que contenga otra descripción previa. Otra posibilidad apunta a lo contrario: nuestra capacidad de precisar es tan contundente, tan exacta, que apela al conocimiento puro para dar paso a una nueva forma de entender las cosas.
Quiero contar que este texto no es el original. El primero se me fue cuando se apagó la computadora de mi casa y me pregunto porque uno no consigue escribir de la misma manera cada vez que lo hace

Monday, April 24, 2006

Valdano en acción


Ariel Scher, periodista, escritor y amigo, acaba de sacar Las Pasión según Valdano, un libro de entrevistas con el ex jugador, técnico, directivo, periodista, docente y analista Jorge Valdano. Como se ve, Valdano ha rodeado la manzana del fútbol y hasta de la vida empresarial por todos los lugares abordables. Me gusta el ejercicio de pensamiento que siempre practica Valdano. He aprendido en su trayectoria que es un error tomar sus conceptos desde una óptica militante porque los señaladores de conductas ajenas lo acusan de haber perdido una pureza que ni los jabones en polvo traen. Pero Valdano es dinámico y no vive el mundo como le gustaría que fuera, sino como es. El libro vale la pena porque, aunque Valdano ya ha pasado por estaciones de sus discurso un tanto conocidas, su modo de abordar los temas siempre aporta un enfoque nuevo desde las ideas.
Algunas frases del libro:

-Para mí el negocio no bastardea al fútbol, sino que lo hace posible. El fútbol profesional es un mito romántico, pero no habita en el limbo (...) No sé por qué existe esa asociación automática entre fútbol, negocio y corrupción. Insisto en que corruptas son las personas, no el fútbol y los negocios.
-Pasar por boludo en la Argentina es trágico y eso hace que se gasten muchas energías en cuestiones menores.
-En la Grecia clásica se suspendían las guerras ante la celebración de los Juegos Olímpicos. Ahora nuestro aparato digestivo es capaz de asimilar una guerra y una fiesta al mismo tiempo.

Vale 15 pesos y se encuenta en quioscos. Forma parte de una colección titulada Pasión Celeste yBlanca que es dirigida por Ezequiel Fernández Moores.

Sunday, April 23, 2006

CTPKU


Los brazos en alto que sostienen los teléfonos celulares ya son paisaje del rock. Registran fotos, mandan textos y sonidos en directo para espectadores ausentes y también iluminan la noche. En otros tiempos fueron los encendedores; hoy son las pantallas de los móviles. La humanidad nunca cambia completamente: una nueva época del hombre pasó del fuego a otra forma de luz.
El show de Catupecu Machu en Obras tuvo como razón de ser enviarle la energía de la música a uno de los integrantes de la banda, recuperándose de un accidente automovilístico. Ninguno de los parámetros habituales de un concierto fue tomado en cuenta la noche del sábado 22 de abril.
La necesidad de homenajear sin homenajear a Gabriel Ruiz Díaz, de curarlo a distancia si fuera posible, transformó un espectáculo en una noche de comunidad tecno-hippie dispuesta a reunirse sin juzgar, sin analizar, sólo dando y recibiendo canciones. Ahora, a esperar.

Wednesday, April 19, 2006

Jardín Japonés recargado


Volví a visitar el Jardín Japonés luego de meses. Es uno de los lugares más lindos que tiene Buenos Aires y el domingo por la mañana es ideal porque va la gente que tenía ganas de ir y no los que cayeron allí vaya uno a saber porqué.
El Jardín está en remodelación y algunas novedades ya se distinguen. Me gusta que ahora tenga una especie de tienda de regalos que vinculan más directamente con la cultura japonesa. Quizás en otro tiempo por no pecar de mercantilistas, los del Jardín no tenían a disposición objetos japoneses para mirar y comprar, salvo una pequeña tiendita o en ocasiones especiales.
Tienen desde platos para sushi hasta dedales diminutos para tomar el té. Hay libros sobre meditación, pequeñas réplicas de un Jardín Zen y unos paquetitos de unos snacks típicos de Japón que son mezclas de maníes y algas disecadas ideales para acompañar con una cerveza.
Trasponer las puertas del JJ es ingresar a otra dimensión. Me contaron que más de una vez sorprendieron a algunas personas tirando cenizas de familiares que habían fallecido y en otras ocasiones manteniendo charlas con ellos ahí donde habían tirado las cenizas.
Estuve en Japón y me encantó. No soy un fanático de su cultura, pero me provoca admiración y curiosidad. Tratar de entender desde occidente la vida japonesa genera una contradicción: cuánta más información se tiene, menos se la conoce. No hay una sabiduría para acumular sino una inevitable necesidad de experimentar su cultura para decodificar de qué se trata.
Lost in Translation, la película de Sofía Cóppola, captó perfectamente el espíritu de lo que significa para un occidental estar en Japón. Y eso es lo que tiene el intento de captar su esencia: como en todo intento de traducción, siempre hay una parte que se pierde en el camino

Verdú libre

En el post anterior recomendé una columna de Vicente Verdú y la relacioné con el link correspondiente sin advertir que el contenido no era gratuito. Después del Abrete Sésamo correspondiente (considerado por algunos como el primer password de la historia), aquí va la nota completa

La implicación como forma de vida
VICENTE VERDÚ
EL PAÍS - Sociedad - 13-04-2006
A la gente no le interesa la política. Pero ¿qué decir entonces del 83,6% de participación en las recientes elecciones italianas? La respuesta puede hallarse en que acaso no votaban unas ideas políticas. Fueron a las urnas no para manifestarse como ciudadanos conspicuos sino como nuevos sujetos de consumo cuya demanda no enlazaba con un programa de izquierdas o derechas, sino con la elección entre un tutti fruti de coaliciones y sus finas alternativas de sabor. El escrutinio desembocó en un empate porque, consecuentemente, la sociedad no habrá escogido entre categorías, entre revolución o conservación, sino entre caracteres, talantes y ese delicado surtido de factores que han reducido el valor de la idea en paladar y el programa político en un programa de entretenimiento del montón.Frente a las mascaradas de Berlusconi, la sosería de Prodi; frente al signo banal, el garabato cabal. La población votó en masa porque tras la petrificada política de toda la vida habría sobrevenido el éxito de la política de la distracción. Los individuos, cada vez más configurados en la cultura del consumo, habrían dejado de confiar en las marcas seguras o perdurables. Su expectativa se centraría, por el contrario, en ofertas circunstanciales, ni demasiado caras ni demasiado duras. La campañas políticas, las promesas de los candidatos, los discursos del líder ante los micrófonos o las cámaras habrían acabado siendo parte fatal del entertainment y, dentro de él, los votos se recabarían de la misma manera que las audiencias y las cifras de taquilla. ¿O es que los políticos y la política habrían de pertenecer a un extraño género sagrado y extraorbital?
En una sociedad escéptica, demasiado móvil y portátil, el compromiso fuerte (político, amoroso, laboral) ha sido reemplazado por la tibieza de la conectividad. Al militante ha sucedido el simpatizante y al juramento eterno, la implicación súbita u ocasional. De hecho, lo más característico y paradójico de nuestro tiempo es que si, ciertamente, la gente se compromete mucho menos, nunca ha buscado implicarse más.
Unas veces esta implicación se vierte en los voluntariados, otras en las manifestaciones callejeras en torno a un NO (contra la guerra, contra la pobreza, contra la injusticia, contra la contaminación); otras veces en las agrupaciones deportivas, en las convocatorias religiosas y las fiestas rave, en las colas de los museos, en las lecturas planetarias de Harry Potter, en la defensa del trabajo o de la igualdad sexual.
Implicarse sustituye a comprometerse puesto que ya pocos renuncian a su independencia personalista y a su capricho personal. Más bien, el estado de ánimo, la corazonada, la simpatía, el capricho o la emoción movilizan al personal. La base de la actuación comunitaria responde a estos impulsos puesto que el sensacionalismo, las sensaciones, la sensitividad han ganado la batalla a la abstracción ideológica, a la lógica de la razón y al poder de la intelectualidad.
El sujeto rehuye la atadura y le basta con la proximidad. A las marcas les sobra con la frágil fidelización del cliente, mientras los políticos se contentan con nuevos cooperantes en lugar de los correligionarios de ayer. Si la vida ha dejado de ser milicia, la socialización abandona su propósito de operar permanentemente para conformarse en presentarse por accidente. De ese modo, la textura colectiva se hace removible y discrecional, más favorable a las variaciones, más tendente a la novedad como forma natural de ser.
Después de todo esto, si los políticos y sus discursos parecen cada vez más inertes o altamente insoportables la razón procede de que poseen el tufo de un sistema de representación e interpretación clausurado. Como le ocurre a los demás agentes de la contemporaneidad, el poder se mantiene solamente mediante la incesante creación de sucesos y accidentes sonados. Con ello, la gente despierta, se peina y se implica. El compromiso heredado, el vínculo eterno, el sacro empeño ideológico son aires del más allá.

Thursday, April 13, 2006

Démosle la bienvenida a la implicación


Esa es la palabra que emplea el escritor y periodista español Vicente Verdú para explicar las nuevas formas de participación que tenemos las personas, como una instancia que no llega a ser compromiso. Verdú no lo hace como una crítica, sino como una descripción de época: en esta era individualista nuestra presencia en la escena social es espontánea y ocasional. Nuestra vida, nuestros proyectos consumen nuestro tiempo y nuestra energía y en consecuencia nos movemos en base a deseo puro.
La idea es buena, la comparto. Puede tener mala prensa. Las conciencias bien pensantes, en el discurso, siempre privilegian la vida pública a la vida privada. Ocuparse de uno mismo debe quedar para después. Una cabeza confundida pensará en términos de egoísmo como una distracción para no revisar que pasa puertas adentro. Una cabeza clara entenderá que si se adonde voy sabré a quienes puedo acompañar.
En el diario El País de hoy Verdú escribió: La implicación como forma de vida. Altamente recomendable como todo lo que ha escrito Vicente Verdú en esa dirección.

Thursday, April 06, 2006

La batalla contra el mal (aliento) ha comenzado


Mitad golosinas, mitad pastillitas y con cierto aire farmaceútico, los avisos de productos que refrescan la boca han inundado la ciudad. Unas pildoritas redonditas que aseguran un fresco inmediato en caso de un encuentro casual, se suman a las clásicas pastillas que ya ofrecía el mercado y a unas diminutas laminitas que cuando entran en contacto con la saliva provocan un Chernobyl interno que sigue con una glaciazión total.
Era más que evidente que el mal aliento estaba entre nosotros a nivel de una epidemia pero su crecimiento, silencioso pero constante, alcanza creo yo proporciones desmesuradas.
Lo siento, pero tengo que decirlo: conozco una buena cantidad de personas que tienen mal aliento. Algún mecanismo de defensa incorporado debo tener porque esa barrera invisible, pero sólida como la Muralla China, no me ha separado de ellos.
Siendo una calle de una sola mano el mal aliento suele no ser percibido por quien lo fabrica y lo distribuye. Preferimos callar y soportar ese vientito amargo que nos apunta a la nariz directo como el Concorde, antes que temer ofender con nuestra confesión.
Con mi mujer hicimos un pacto: uno le avisará al otro en caso de tener mal aliento para terminar de cuajo con esa horrible sensación. Hasta ahora no recibí pedido alguno, lo cual lo tomo como un éxito de la batalla.
Pero si un ejército de analistas de mercado, expertos en marketing, testeadores de focus groups, cazadores de tendencias, planificadores de medios y llenadores de góndolas decidieron lanzar en forma masiva tantos productos que refrescan la boca, no miremos para otro lado.
Hagámonos cargo y procuremos que bocas propias y narices extrañas se lleven de mejor manera.

Tuesday, April 04, 2006

Gracias...Totales


Quiero agradecer publicamente a Ernesto Skidelsky de la librería Capítulo Dos, quien se tomó la molestia de ponerme al tanto de la reedición de "A Sangre Fría", la novela de Truman Capote que en un acto de valentía, en una entrada previa, confesé no haber leído. Ahora ya tengo un ejemplar y me queda le mejor parte por delante: leerlo.
El hecho de agradecer es un gesto que está en baja. Solemos pensar que si alguien hizo algo por nosotros habrá sido porque sí, sencillamente porque lo merecíamos o porque sus razones ocultas habrá tenido para hacerlo. La desconfianza y el agradecimiento son parientes.
Mi mujer es una artista en las lides del agradecimiento. Siempre remarca con resaltador allí donde hubo un buen servicio previo. Pueden ser bomboncitos de cortesía, flores, una guitita, en fin, alguna pavadita para reconocer la labor de una persona atenta en un trámite o una mucama que trajo un doble juego de sábanas luego de un vomito infantil inesperado.
Algunas mentes afiebradas y confundidas verán esto como una forma de coima. Si no es así sepan disculpar, pero sucede que vivimos en el mismo lugar y me siento habilitado a suponer eso. Reconozco que no pensar de ese modo contribuiría a no suponer de ese modo. Prometo hacerlo.
Agradecer es un gesto que ennoblece. Nos pone en situación de superioridad civilizada sin soberbia y con contundencia. En ocasiones se nos pasa por alto y es un error. Tomarse una pausa para agradecer marca la diferencia entre lo obvio y lo distintivo. Entre tener estilo y ser uno más de la guía.
(foto: Las Tres Gracias, cuadro de Rafael)

Sunday, April 02, 2006

Más de bares


El cierre del Británico me impulsa. Jamás pensé que por ausencia u omisión (insisto: nunca fuí al Británico) iba a terminar siendo fuente de insipiración. Entonces, hablemos de bares y empecemos por la inspiración. La costumbre ir a bares es universal. No es solamente patrimonio del porteño sabelotodo y chanta, arreglador del mundo sin moverse del lugar, sino también de norteamericanos, polacos, franceses, italianos, turcos y griegos. Mucha vida pasa por los bares. Usualmente hay quienes creen que la atmósfera de un bar es la causante de escribir novelas, poemas, preparar exámenes y otros derivados del trabajo intelectual.
Me ha pasado de entrar a un bar especialmente elegido por mí, con la mesita a la calle, el cafe aromático, los fumadores ahumándose en la zona de exclusión, el libro abierto y nada de lectura. No pude o no quise, pero no pude leer.
Me ha pasado de estar en lugares impensados como una andén de subte, con calor y rodeado de abrigos con olor a naftalina y encontrarme sumergido en la lectura de algo interesante.
El bar es el escenario, no la obra. La obra es nuestra. Nuestras ganas de leer, escribir o pensar.
Conocí a alguien que creía que era periodista y que insistía con que su sueño era tener una cabaña en la montaña, la chimenea encendida, una copa de algún licor al lado, un habano encendido y ponerse a escribir una novela. Su sueño empezaba al revés: quizás sentando el culo a diario en cualquier lugar e intentándo escribir una novela, no digo la primera, pero quizás la segunda o la tercera podrían proporcionarle un éxito tal como para tener una cabaña en la montaña, la chimenea con las leñas ardiendo, el licor de arándanos al lado y el puro en la boca.
El bar de Buenos Aires es la imagen también de una sociedad improductiva. Charlatanes, gastadores de los más jóvenes, presumidos, sabihondos del pico para afuera, en fin, el típico coro discepoliano, ha sido el símbolo de gente que creyó estar haciendo algo de su vida.
Lamento haber perdido tanto tiempo en el bar Pernambuco de Corrientes y Rodriguez Peña hablando de política, dirimiendo si el cine francés era mejor que el norteamericano, en vez de ver como hacía para estudiar cine. Pero ahora que lo vuelvo a pensar, tal vez lo que yo quería en ese momento era eso: verme como reflejo de esos personajes mayores que daban cátedra de mesa en mesa con aires superiores. Por suerte eso es como un dolor de panza: se va solo.
Los bares son lindísimos. Acompañan, comunican a las personas, le dan marco a las iniciativas. Son hasta zonas de descanso para ciertos momentos del día.
Hoy veo cantidades de estudiantes preparándo sus exámentes en los 24 horas de las estaciones de servicio. Sitios impersonales que sólo sacan de apuro. Pero no están hay en una búsqueda de una escenografía, sino de producir la obra de su propia vida.
Seguramente los de la mesa del bar derruído de la esquina tendrán algo para opinar y cuestionar. El fracaso los apelmaza en el copetín.

En la foto, el bar de Seinfeld