Británico

Soy por estos días una persona a la que no le afecta particularmente que deje de existir el Bar Británico de San Telmo, según sé, porque los dueños del local no quieren que allí siga funcionando un bar. No es que no me afecta porque no me interesa, sino porque ese bar nunca estuvo dentro de mi mapa. La ciudad que yo me armé desde hace décadas para ir y venir, de chico y de grande, no incluye al Británico. Pero no desconozco su popularidad como tampoco me es ajena la costumbre tan nuestra de pretender que todo se mantenga inmodificable y llamar a eso tradición o acervo cultural.
Por encima del bar (amo los bares, viviría y trabajaría con mis ideas desde un bar) me interesa el debate acerca de la evidente confusión que tenemos entre perpetuar y conservar, entre antiguo y decadente. Buenos Aires suele conservar poco y hacer durar mucho. Quizás el Británico no sea un bar que tenga que desaparecer, pero tampoco debe seguir "vivo" en base a la dejadez y hasta cierta mugre que se adivina en las fotos.
La ciudad ha dado muestras de sitios recuperados, mantenidos y reformados sin la pérdida del estilo original utilizando los mejores conocimientos y tecnología disponibles hoy, en el tiempo que nos toca vivir.
Las Violetas es un caso. El bar de Rivadavia y Medrano murió y nació de nuevo. Lo tengo cerca de mi casa y hasta fue determinante en la elección de mi familia al mudarnos. El lugar es lindísimo, pero te lo hacen saber. Sus precios no son caros: son carísimos. Y tiene mozos que se pasean con ese aire de embajadores recién nombrados que esperan las credenciales para irse a su nuevo destino. Lo tengo claro como un impuesto que se debe pagar porque en alguna parte alguien debe haber supuesto que mantener abierto Las Violetas era como una especie de favor.
Lo tomo como una forma de ignorancia. Así negocio conmigo mismo y me tomo un café que cuesta 1 euro al cambio actual. Los turistas llegan en combi y son un montón.
No sé si el Británico debe ser cerrado. Quizás no. Tampoco pienso que en nombre del patrimonio histórico se sostenga como argumento estelar que algo es importante porque hace mucho que está. Las ciudades se modifican, se mejoran.Algunas cosas se van y otras empiezan. Y silos edificios se mantienen, por dentro corren hacia el futuro.
Si ese bar sigue abierto puede que deba mejorar su aspecto y no descansar en el imaginario de la tradición como único valor.
Conservar el David de Miguel Angel en Florencia nunca implicó dejarlo a la buena de Dios y que se llene de moho y tierra de los siglos. Significa atenderlo, limpiarlo, llamar a expertos del planeta para que indiquen con que materiales mantenerlo.
Pasaron 500 años y ahí está. La cultura, aunque sea generada por un bar, no es enemiga de las actualizaciones.